lunes, 23 de enero de 2017

Entonces, eterno se quedó pequeño


(10/2013)


El mundo, ese mismo que nos ha separado, que nos ha reunido,
que me da ha dado el regalo de temblar por tus ojos
de beber de tus manos, de hincharme el pecho cuando te beso 
que me ha dado el placer de conocer tus adentros.
El mismo que me ha dado el nerviosismo, de desvivir si tú estás lejos
de conocer el miedo si no te tengo, que me dio la inspiración 
cuando sentí que te había perdido.

De ser un artista indefenso, y un poeta que está muerto
que solo vive para morir en tus ojos, que solo se encuentra
cuando inventa Castillos, atardeceres en la Toscana,
velas que se apagan por el susurro de un te quiero
y un cosquilleo en la espalda, un dedo furtivo en la nuca,
una lengua de hielo que divisa el horizonte,
que se moja con el agua de las duchas que veremos, 
y que choca contra tu sonrisa, estrepitosamente.

Los sueños que cumpliremos, las metas que lograremos,
todo está tan cerca que quema, pero yo lo quiero vivir ya todo
porque quiero saborear el mundo contigo, compartir mis ojos
que tú me veas por dentro, cada segundo, y me comas las entrañas.
Te dejo eso, te dejo todo, hasta esos detalles que no me salen. 

Para que veas, te dejo el humo del cigarro por si lo quieres,
pero por el amor del destino que nos ha unido,
quémate conmigo también, y déjate hacer a fuego lento
porque tenemos todo el tiempo del mundo,
y yo ya no sé tocar las nubes, si no es contigo.


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