jueves, 10 de agosto de 2017

Veritas veritatis: Miguel de Unamuno




            "Y bien, se me dirá, ¿cuál es tu religión? Y yo responderé: mi religión es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad, aun a sabiendas de que no he de encontrarlas mientras viva: mi religión es luchar incesante e incansablemente con el misterio (...) No puedo transigir con aquello del Inconocible - o Incognoscible, como escriben los pedantes- ni con ello otro de "de aquí no pasarás"... Y en todo caso quiero trepar a lo inaccesible.
"No hay enfermedades, sino enfermos", suelen decir algunos médicos, y yo digo que no hay opiniones, sino opinantes.
Y me pasaré la vida luchando con el misterio y aun sin esperanza de penetrarlo, porque esa lucha es mi alimento y mi consuelo. Sí, mi consuelo. Me he acostumbrado a sacar esperanza de la desesperación misma. Y no griten ¡paradoja! los mentecatos y los superficiales (...)

Espero muy poco para el enriquecimiento el tesoro espiritual del género humano de aquellos hombres o de aquellos pueblos que por pereza mental, por superficialidad, por cientificismo, o por lo que sea, se apartan de las grandes y eternas inquietudes del corazón . No espero nada de los que dicen: ¡No se debe pensar en eso! (...) Solo espero de los que ignoran, pero no se resignan a ignorar; de los que luchan sin descanso por la verdad y ponen su vida en la lucha misma más que en la victoria.
Que busquen ellos como yo busco, que luchen como lucho yo, y entre todos algún pelo de secreto arrancaremos a Dios y por lo menos esa lucha nos hará hombres, hombres de más espíritu". (Mi religión y otros ensayos breves, Miguel de Unamuno)




martes, 8 de agosto de 2017

Purgatio



           "Había algo aterrador en la magnificencia clásica de aquel cielo aplastado sobre la calle silenciosa. Algo que me hacia sentirme pequeña y apretada entre fuerzas cósmicas como el héroe de una tragedia griega. Parecía ahogarme tanta luz, tanta sed abrasadora de asfalto y piedras. Estaba caminando como si recorriera el propio camino de mi vida, desierto. Mirando las sombras de las gentes que a mi lado se escapaban sin poder asirlas. Abocando en cada instante, irremediablemente, en la soledad (...)

Me parecía que de nada vale correr si siempre ha de irse por el camino, cerrado, de nuestra personalidad. Unos seres nacen para vivir, otros para trabajar, otros para mirar la vida. Yo tenía un pequeño y ruin papel de espectadora. Imposible salirme de él. Imposible libertarme. Una tremenda congoja fue para mí lo único real en aquellos momentos. 

Empezó a temblarme el mundo detrás de una bonita niebla gris que el sol irisaba a segundos. Mi cara sedienta recogía con placer aquel llanto. Mis dedos lo sacaban con rabia. Estuve mucho rato llorando, allí, en la intimidad que me proporcionaba la indiferencia de la calle, y así me pareció que lentamente mi alma quedaba lavada" (Nada, Carmen Laforet, págs. 223-224)




Obra maestra. 
M a r a v i l l o s a.