lunes, 31 de julio de 2017

A filosofía da Saudade




         No exagero cuando digo que resulta difícil intentar explicar un sentimiento con una carga simbólica tan apabullante. En lo que respecta a mi caso, tuve la fortuna de sentirlo prácticamente desde que nací y a pesar de no ser totalmente consciente, creo que en el fondo de mí, siempre ha latido la saudade*

En verdad - tampoco es que vaya a desvelar algo desconocido- : la saudade es inherente al ser humano, solo que el brasileño tuvo el valor suficiente como para desenterrarla y darla un nombre. 

Lo primero que hay que tener en cuenta es que hay que pensar en la saudade como algo que está impregnado de cada uno de nosotros, ya que allá por donde pasa se lleva un pedazo como recordatorio de su conquista. Ella es universal y omnipotente, y tiene el poder de vernos desde las alturas, en un lugar a donde nuestros ojos no llegan a alcanzar. Porque ella es así, tan suya, tan de todos. Te acompaña, te lleva y te traslada. Un viaje con retorno, unas ganas de despedirse que acaban en fiesta. Saudade es el calor del hogar, son esas ansías contenidas de estar de vuelta. Es nuestra nostalgia, nuestra melancolía, nuestra añoranza, nuestra morriña, nuestro echar de menos y nuestro echar de más... todo en una mezcolanza que culmina en un abrazo.

Saudade... déjame decirte quién es saudade. Porque es, y está. Saudade es protagonista, es personaje y es caminante. Es viajera y aventurera, es trepidante, es arrasadora, es verdadera. Es mayúscula. Es el suspiro del alma que se escapa cuando se recuerda. Y es también amor, amor lento, fugitivo, constreñido, compungido, apasionado, desatado. Y música, una música que tintinea y se va haciendo con amor.

La saudade se alimenta, se sueña, se piensa, se imagina. Es ese amante que no ves y que recreas mil veces hasta formar una viva imagen que no hace más que gobernar tu mente. La saudade te empapa y se suda. Se moja y se seca, como esos baños a la luz de la noche en donde dejamos que todo se pierda con la marea, para después recuperarlo a la mañana siguiente.

En fin, todas las canciones hablan de la saudade, aunque no lo sepan. Amar es saudade, odiar es saudade, morir, es también saudade… siempre que se muera por amor. Y es que no hay sentimiento más exacto para describir el Arte que la saudade, porque el Arte en cualquiera de sus caras es una búsqueda de algo que se ha quedado escondido, y de eso mismo trata la saudade: del deseo vivo de encontrar algo que se ha quedado varado en el tiempo y que por fuerza gravitatoria tiene que volver. Saudade es la piedra angular de la filosofía del vivir. Porque es luz al final del camino, y el camino mismo.


           Después de todo este popurrí podríamos decir que teniendo en cuenta su importancia indiscutible lo más adecuado sería estudiarla en las escuelas ¿no?, aprenderla, saber tratarla y también, saber lidiar con ella. 
Pero es que para estudiarla hay que entenderla y solo se entiende si se siente durante un largo periodo de tiempo. Y como todos sabemos, aquello que ocurre en exceso, corre el riesgo de hacerse nocivo. Y sino, que se lo digan a Rosalía de Castro. Aunque tal vez, y de hecho, ahí es en donde reside probablemente el poder de la saudade, que cuando no te hace tremendamente feliz, te mata. 

En definitiva, sé que existe una Filosofía de la Saudade, pero también sé con certeza que para empezar a escudriñarla solo hay una forma de hacerlo: haciéndolo desde su lengua. Y es que en ciertas ocasiones cuando me canso de la mía pienso en la saudade, y echo de menos tenerla – y echar de menos no es suficiente, claro está - y me da rabia, porque ya no es lo mismo. Entonces vuelvo siempre que puedo, retorno al origen y me doy cuenta de que sigue ahí, esperando por mí, resucitando una y otra vez como un ciclo que no cesa mientras yo no cese. Y para cuando quiero darme cuenta estoy escribiendo cosas como ésta, como sí en verdad, pudiera entenderse. Menuda tontería. 






   * La diferencia más significativa entre la saudade y otros estados próximos a la nostalgia radica en cómo la perciben las personas que la sienten. Se tiene detectado una percepción positiva de la saudade entre grupos de emigrantes brasileños, de hecho, es percibida con frecuencia como una parte sustancial de la identidad nacional del Brasil. El objeto de la saudade no es una persona o una cosa concreta, sino una referencia simbólica al lugar de origen. (https://es.wikipedia.org/wiki/Saudade)


jueves, 13 de julio de 2017

Vega de Pas


24/05/2016




         Hubo un momento en el que nos sentíamos altos. Recuerdo ese día en el que nos pusimos en la cima de la montaña a contemplar el mundo a nuestros pies. Nada importaba ya. El futuro era visto como algo lejano que nunca podría tocarnos, y a día de hoy queda visto que incluso fue capaz de atravesarnos. El rastro que deja la cima es irrefutable, y caer en verdad se vuelve más difícil de lo que un día pudimos llegar a concebir.

El caso es que, desde entonces, me he vuelto consciente de lo que supone de verdad aprovechar el momento. Abrazarlo y sujetarlo hasta el fin. No importa cuán poco pese el futuro, nunca debemos olvidar que está ahí, y que todo llega. A día de hoy nunca olvidaré ese instante en que cualquier cosa parecía pequeña. La serenidad, la paz, la felicidad del momento que estallaba por dentro. Compartíamos una sensación de elevación que a decir verdad, se quedó en aquella montaña, donde todo parecía verse más claro y que aun así, solo ha podido permanecer en el recuerdo. Después. el futuro llega y se ensaña, se regocija en su propia omnipresencia y se convierte en presente. Entonces no hay manera de mirarlo desde arriba porque mire donde se mire te lo vas a encontrar de cara y solo queda hacerle frente. Por eso, es importante no olvidar las cosas buenas, los momentos de altitud en los que un día parecía como si alzásemos el vuelo. Debemos gestionar el recuerdo para sobrevivir a un futuro que ha llegado y se ha implantado en nosotros para quedarse por un tiempo. 

Vivir del recuerdo no está de más, siempre y cuándo sepamos donde nos encontramos, y no olvidar, que hay que tener los pies en el suelo, a pesar de tener la cabeza, arriba, en alguna otra parte.



Metamorfosis




                Nunca dejará de sorprenderme lo fácil que se pasa de la nada al todo, del todo a la nada. Pasamos la vida entera buscando un punto medio, el cual no existe. Ensimismados nos balanceamos en la cómoda creencia de que existe el punto medio, pero el punto medio es solo un puente corto que conecta Nada con Todo, un segundo que se pasa volando y que luego ya no recuerdas. Nuestra mente parece estar construida solamente para abordar momentos enteros, recordamos el cenit de las cosas, el instante de máxima concentración de energía.
Es como el que hace una caminata por la montaña: puede que recuerde algo del camino, pero siempre se quedará con lo que vio desde la cima, y siempre contará lo que desde allí vio.
Luego está el caso del que hizo una caminata por una montaña que le pareció altísima, realmente lo que no sabe es que existe una probabilidad enorme de que la próxima montaña que suba sea más alta. Lo que hace que la anterior sea una porquería. 

¿Afán de grandeza? ¿Autoengaño? Yo solo sé que siempre buscamos lo que no se encuentra por sentir que estamos buscando, y no esperando.



Iluminatio



29/04/2017



"Al ritmo de la música, una mariposa pura y blanca danzó frente a sus párpados cerrados"
(La casa de las Bellas durmientes - Yasunari Kawabata) 

Este instante... el ritmo de la prosa y la música, la música que se hace mujer, 
el lector que se hace prosa. 
Yo no sé cómo explicároslo, a veces parece que hay instantes que están predestinados. 
Disfruto siendo el espectador pasmado que se ha quedado varado entre tanta magia. 
Las líneas adecuadas y la melodía adecuada. Todo ascendente, joder... qué momentazo. 
Sin duda, me quedo con esto.