viernes, 9 de junio de 2023

la mano que agarra la fruta del árbol es, en verdad, un brazo protésico.

 

(...) Quiero el principio material de las relaciones, aún necesito captar el destello oculto que hay en un ojo. Ahora sé que hice demasiados esfuerzos por captar y salvaguardar algo que más tarde ya no querría conmigo. Escribí sobre la imagen para no olvidarla nunca y ahora no puedo parar de escribir cosas que no quiero recordar. Escribo para ordenar el camino de otras, para recordarme cómo fue caminar por esta tierra por si algún día vuelvo a ensuciarme. Quizá estoy escribiendo un manual de instrucciones, por si vuelven a hacerme un trasplante. Camino por la vida con una herida abierta, mientras veo como los hombres me miran la frente y me juzgan porque los odio. Antes no pensaba así, pero ahora que hay algo que me falta siento que hay una realidad inestable y movediza que hace con que las cosas, de repente, se desplomen. Yo no sabía lo que era el derrumbe hasta que lo conocí y desearía no haberlo hecho nunca porque he pasado a ser una niña con una tirita en la frente. 

Desde hace unos meses me ha visitado la idea de un amor sereno. Como si yo nunca hubiera vivido uno. Eso lo he olvidado también. Viví un amor sereno con veinticinco años y pienso que el amor que me deparará con treinta será otro tipo de amor sereno. Será.

Que me hayan roto el corazón me hace sentir tan vieja… solo quiero alguien que me tome con las palmas de las manos y entienda este cuerpo protésico. Pienso en alguien que aún no existe, al igual que recuerdo a alguien que nunca existió - fue una invención literaría -. Vivo en la indeterminación de una persona que no estuvo y de otra que no ha llegado. No tengo prisa por saber quién será, pero sí que corro tras el hecho de dejar atrás a ese otro que no se ha ido.

Qué terror supone convivir con una imagen desfigurada porque eso también se llama enfermedad. Temo el día en que me haga la pregunta que todxs nos hacemos llegados a un punto: cuánto tiempo has estado pensando en un muerto (...) 

Empieza a fatigarme escribir sobre la muerte en esta isla de vida, tal vez sea por eso que el lenguaje se ha vuelto demasiado directo. Demasiado tosco, demasiado feo, demasiada muerte. Crear metáforas requiere de una madurez estética que yo ya no tengo porque me domina la pereza, y el cansancio y una especie de dolor en los dedos de tanto escribir sobre lo mismo. Solo quiero vomitar, ordenar, jugar a las piezas. En este lugar del duelo que habito ya no existe la Literatura. Solo la habitación de una clínica con una puerta que dice ‘se acaba aquí’. Y es por eso que escribo un manual de instrucciones.


Oigo un grito lejano… Parece como si las primeras fases del duelo también fueran un sueño. Me recuerdo llorando en mi cuarto mirando por la ventana y un cielo por encima de los jarrones. Recuerdo tener el puño en el pecho para sujetarme las cuentas. No sé exactamente cómo he llegado hasta aquí, hasta esta Isla. Mi intención era hacer un manual de instrucciones, pero creo que he fracasado en eso también. ¿Cómo he llegado hasta este cuarto con todo incluido? Escucho a mi amiga Pepi decir… tiempo, tiempo, tiempo. No dejo de pensar en el término ‘desmemoria’. No hay nada más plano y servil que olvidar. Y pese a todo, lentamente, olvido. Rosalía dice “Ya no me acuerdo de tu cara la forma de tu cuerpo ni aunque la pensara, hay demasiao que nos separa”. Solo veo contornos, la bruma ha tapado la luz como en un día de niebla.

Existe algo elemental en la frase: hasta quienes no quieren olvidar, olvidan. Tiempo, tiempo, tiempo… decía la Pepi y rezaba Caetano.


                                                                                                 fragmentos de textos pasados. 

lunes, 5 de junio de 2023

traduzcirse

 

             Puede que sea un poco Camarón de la Isla con la camiseta de Brasil y un poquito de Raimundo Fagner con un sombrero cordobés. También soy Lorca, Serrat, Manzanita en la capa de un disco de Fagner escondido en una tienda de artículos religiosos. Soy un poco de eso y de lo Otro, un mézclum, una sección fragmentaria en un depósito polvoriento de vinilos. Fagner escribiría en 1981 “Uma parte de mim/ É todo mundo/ Outra parte é ninguém / Fundo sem fundo/ Uma parte de mim/ É multidão/ Outra parte estranheza e solidão” y cabe preguntarse si no quería decir “uma parte de mim é ninguém, outra parte é estranheza e solidão, uma parte de mim é todo mundo, outra parte é multidão” pero Fagner no quiso ver esa paridad porque de eso se encargaría otrx (tan divididx como yo)

Muchos años después Sophia Chablau&cía escribieron “I'm freaking out/ I just can't speak Portuguese/ I think is a thing of my subconsciente (…) I don't want to speak another language Portuguese it's a very pretty língua/ But I think my tongue is like a criatura/ She makes sounds that I can't entender” y dos años después Zé Ibarra, con ese tono de voz tan Caetano comenzaba su canción “Hello, I’m freaking out…”  y … comparto ese sentimiento.

El grupo de Sophia se llamaba ‘e uma enorme perda de tempo’ y Fagner titulaba a su álbum “traduzcirse” como aquellxs que antiguamente escribían Azevedo con c y b, algo que de repente, ha dejado de suceder parar virar um problema de diptongación ‘ue’. Quizá lo que sea una pérdida de tiempo es intentar traducir el discurso, buscar un locus: asumirse en la transitoriedad, engolhindo feito uma esponja.

Hace tiempo escribí un poema que decía “Al escribir en dois me da la sensación de que tránsito, al fin’.  É só agora sabes quan cierto es, que transitar/ Es certamente, se reconhecer num espelho múltiplo” aún hoy sigo pensando en la urgencia de reconocerse: “I love Brazilian sotaque/ I love my jeito de be”.

“Saudade de ser outra, ‘sigo siendo yo en el espejo’, oigo decir a Pizarnik. El discurso lineal ha muerto nesta noite terrível, agora fecha os olhos, sou você que te llama”.

jueves, 18 de mayo de 2023

carnaval 2023

 

    Existe toda una cosmogonía en torno al carnaval de Brasil que creo importante compartir con vosotrxs pues abarca unas formas de vivir en cierta forma alejadas de ciertos convencionalismos occidentales. Me cuesta entender aún la clase de catarsis colectiva que he experimentado estos días y que me ha llevado a reflexionar sobre los patrones por los que se rige nuestra realidad. Vivir esta experiencia me ha hecho entender que existen múltiples formas y posibilidades de interactuar con lo cotidiano, lo que me parece super estimulante. En el carnaval el cuerpo se impone a través de movimientos que gravitan en un espacio dinámico y multiforme. Entrar en las puertas de la ciudad carnavalesca es adentrarse en un mundo exento de reglas (lo que no significa que dicho sistema no disponga de sus propios mecanismos de autogestión), donde todo es posible, nadie está triste, la única norma es dar y recibir alegría. Al mismo tiempo, todo sucede extremadamente rápido, la realidad se convierte en algo fragmentario y colorido.  El gentío de brincantes se convierte en una masa performática en donde cada persona se convierte en aquello que siempre quiso ser, con independencia de su género, clase social o etnia. La inclusividad es tan total que resulta incomprensible entender como en la realidad superficial que vivimos aún existen tantos problemas para la convivencia. No hay gobernantes, solo cuerpos que buscan satisfacer el principio de placer, de búsqueda de unión con el otro a través de la música y el baile. Tampoco existe un postulado estético, todo vale en el reino carnavalesco. Te importa un carajo el sudor de la gente, el calor atosigante, subes y bajas laderas en una suerte de procesión. Te limitas a seguir una pulsión colectiva entrando en un trance semiconsciente.



    Pero, sin duda, la noche más especial es el miércoles de cenizas, día en el que el ser humano celebra su condición de sujeto frágil y transitorio. En la ‘quinta de cinzas’ se despide el carnaval y se celebran los nuevos comienzos. Las laderas de Olinda se convierten en redes sanguíneas por las que circula toda una intrahistoria africana e indígena y en donde la palabra y el canto reverberan en un acto polifónico. Uno piensa que está ‘brincando’ todo el tiempo en una suerte de procesión, pero en verdad lo que está haciendo es colocar el cuerpo al servicio de un manifiesto político por la lucha de un derecho básico: el derecho al disfrute. Existe una potencia muy fuerte que se instala en el imaginario colectivo cuando se baila al ritmo de Maracatú de baque solto, partes de tu cerebro reconectan con regiones dormidas. El universo carnavalesco pernambucano se puebla de seres mitológicos: el Caboclo de lança, la Ursa, os bonecos gigantes, a veía do Bambú… el Gran Teatro del Mundo se vuelve más palpable que nunca, pasas de ser espectador a ser participante de un continuum que vertebra desde una raíz. En la quarta de cinzas ocurre el llamado ‘encontro dos bois’ en donde algunas personas se visten de buey frente a la casa de Dona Dá na Rua da Boa Hora y se reúnen para bailar en una rueda frenética y comer fruta. Cada vez que pienso que he podido formar parte de este ritual de despedida (y de iniciación) en una espacio tan reducido e intimista me emociona muchísimo. Ser participe de este viaje atemporal en donde pasado y presente se funden ha sido mágico. Es ahora cuando he podido entender la importancia que tiene el carnaval, pues ofrece una salida a ese mundo inmerecido al que hemos sido arrojadxs dotándonos de clarividencia para poder afrontar la vida desde otro prisma, teniendo la certeza de que existen otras miradas, otras formas de moverse por el espacio, de desconectar de una realidad muchas veces hostil. Va a ser difícil descolgarme de esta sensación, pero, para mi suerte, ahora puedo llevarla siempre conmigo.

domingo, 26 de febrero de 2023

Cortar comida - La Villa (28/08 - 05/09/2021)

 

Me gusta mirar a tonchu cuando corta el pescado. Observar cómo hace los cortes sobre la pieza se ha tornado una suerte de peregrinación interior para mí. Analizo y sigo fielmente cada uno de sus movimientos manuales. Cómo consigue hacerlo despacio. Disecciona el pescado por partes, mientras lo tiene agarrado por la cabeza, retira la grasa, las espinas… todo lo que sobra, lo que nadie va a comerse va a la basura de un plumazo. Todo lo retira con parsimonia. El pez degollado, que ya no es pez sino pescado, entorna sus ojos amarillos hacia el aluminio. Los cortes son limpios, seguros, irreversibles. Todo lo que se corta no vuelve y se tira a la basura. Yo como mi plato de carne con papas en el cuartito que llamamos ‘oficina’ mientras veo como Tonchu va cortando el pescado poco a poco. Le digo que qué hace cortando un bonito y él de buena gana me dice que no es bonito, que es una lubina, y nos reímos.

Morena, que es mi Maga, también se ríe de mí porque dice que como muy despacio, pero lo que Morena no sabe es que tengo más ganas de ver lo qué sucede que de comerme el plato. Morena se ofende si dejo comida en el plato y lo tiro a la basura, aunque todos los días tiramos kilos de comida a la basura que sobra del servicio. Me pregunto cómo se puede lidiar con tanta pena al día teniendo en cuenta la falta de respeto que supone para Morena dejar comida en el plato.

Hay un animal interior en mí cuando como en la cocina del restaurante. Todos piensan que mi afición principal es glotonearlo todo, ir picando de aquí y de allá, pero a mí me gusta entrar a la cocina y ver a Morena desmigando la carne, haciendo filigranas para hacer terrina de rabo de toro y chuparse los dedos. Me gusta entrar y ver que hay otros universos subterráneos donde hay personas que hacen que todo funcione. Cortar la grasa es sano, tirar las espinas es supervivencia, tirar la comida no lo es, y aun así tiene que hacerse.

Dar de comer es el mayor acto de amor que existe, ahora lo sé. Todos los días le doy las gracias a Morena por darme de comer, y recuerdo que mi madre también lo hace. En cierta manera me siento adoptada por un grupo de personas que han decidido acogerme y han aceptado un acuerdo sin escrituras.

Todos los días, antes del servicio, suena “obsesión” de Aventura, un grupo de reggeaton que solía escuchar y bailar en las discotecas cuando tenía quince años. Hay una especie de regresión en subir y bajar escaleras mientras escucho de fondo obsesión, “lo que tú tienes se llama obsesión”. Quizá sea eso. Al otro lado de la puerta oigo como hablan de sus cosas, de Santo Domingo y ese tono de añoranza de quien tuvo que abandonar su casa. Hablan de fulanito que mató a menganita por celos, porque decían que era suya. Resulta algo cotidiano, la muerte. Santo Domingo, y República dominicana. En la cocina son todos dominicanos, escuchamos bachata, reggeaton, las letras dicen algo así como algo de que era suya también. Qué se yo. A mí me gusta oír a Morena cantar. El otro día le dije que me recordaba a algunos de los personajes literarios que más me han fascinado a lo largo de mi vida. Le dije que se parecía a la Maga de Rayuela y Tonchu me decía “sí, ese escritor argentino, ¿no?” Morena que es mi maga particular se quedó mirándome absorta. También le dije que se me parecía a Úrsula y que no moriría nunca. Tonchu y Rosa se reían porque saben que es verdad.

Una casa sin su matriarca no es una casa, una cocina sin alguien que se chupe los dedos y limpie la cuchara, no es una cocina. Y yo de mientras como en el cuartito de la cocina, oyendo bachata, comiendo de plato, mirando el aluminio, siguiendo las manos que no paran de juzgarme y hablarme.

 

El otro día me encontré a Morena en la calle, allá fuera de la cocina. Fue extraño verla fuera, aunque creo que ella también detectó lo mismo porque cuando llegamos al restaurante me dijo: “Sandra, antes te vi en la calle, ibas andando toda tú”.

 

He vuelto a ver a Tonchu cortando comida, esta vez era un trozo de carne, solomillo. Creo. Se me vienen a la cabeza recuerdos de Madrid hablando sobre vegetarianismo y veganismo con mis amigas. La cocina huele a un mézclum de cecina, lomo y jamón ibérico y yo me como un bocata de tortilla francesa con queso ahumado. No sé qué tiene el acto de cortar que me absorbe. Cortar, desgranar y purificar las cosas es extrañamente reconfortante. Saber dónde cortar, cómo hacerlo para no desperdiciar nada. Yo es cortar una patata y llevarme todo por delante. Cortar irreversiblemente. Creo recordar algo. Ruido de fondo.

La cocina está repleta de estímulos, me gusta quedarme en la esquinita sintiendo todo lo que sucede alrededor. Algunos hablan del pasado en república dominicana, del amigo que necesita los papeles. El ruido de los fogones y la radio puesta inunda las paredes blancas. Ahora huele a morcilla, alubia y berza cociéndose a fuego lento. El cocido lleva haciéndose toda la noche. Morena, que es dominicana, ha hecho cocido montañés para un grupo de turistas ansiosos por comer cocido montañés. Ojalá poder afiliarme eternamente a esa lista de absurdeces que suceden detrás de nuestras vidas, al otro lado de una puerta, en la cocina de un restaurante.

06/07/2021

 

 

Atreverse a la renuncia

A decir mi dolor existe.

A exigir nuestro derecho al grito a solas’,

rezaba Javier Calderón hace unos meses.

Yo por aquel entonces no entendí bien su lenguaje. 

                                                           Ahora ¿sí?,

Y ojalá pudiera instalarme aquí,

Durante largo tiempo, en mi

Derecho al dolor, en mi valentía

Para hacerle frente,

en mi grito a solas.  

31/10/2021

 

He dejado de escribir porque me estaba desangrando. // Era horrible

Detrás de este gesto hay una cuestión de supervivencia. // De estética.

No quiero escribir y ponerlo todo perdido. Me he cansado de vomitar sangre. Bilis. Espuma de la rabia interior de no saber cesar. Es putrefacto, ni siquiera siento que esta manera de expresarme pueda llamarse merecidamente escatología.

Me pregunto cómo lo habrán hecho el resto de escritores y escritoras para no morir en el intento de contar lo que hay tras el quiebro que supone desligarse de una persona. Resulta harto agotador venir hasta aquí. Escupo restos del último mes. Hay momentos en los que siento que se me deshilan las costuras. Si pienso demasiado en una imagen, en un detalle muy concreto… siento literalmente la grieta cuanto mayor es el grado de concreción de la imagen. Tal y como actuaría un jarrón que es presionado por ambos lados por una gran fuerza. El jarrón no estalla de golpe, sino que se va resquebrajando lentamente hasta que su superficie es apenas reconocible. En el jarrón se van dibujando suturas muy finas. Me siento reconocida en ese tapiz de suturas. Me he dado cuenta de que solo yo puedo verlas y creo que en ese sentido no me había preparado para esa clase de soledad. Una soledad que habita con el dolor mientras convivo con fuerzas que me gravitan. Soy Prometeo en el Cáucaso. Me coso las heridas todas las mañanas y me acuesto con ellas abiertas de nuevo. Se trata de un rito que nunca pedí. Veo mi sombra en la pared tirando de una cuerda constantemente. Acto seguido, me coso las heridas. Es un ejercicio físico tan peliagudo como escribir esta palabra. Esta palabra es ya de por sí un esfuerzo. No sé si decirlo suena demasiado dramático, pero me resulta imposible contabilizar la cantidad de suturas que ahora me constriñen. Ya lo he dicho. O sea, lo he escrito. Decir es en voz alta, e intento que esa práctica se efectué lo menos posible. Lo hago también por la supervivencia. Escribirlo lo hace perenne, decirlo lo convierte en algo existente. No quiero llegar a ese punto porque entonces        sería     demasiado      doloroso.

Me he acostumbrado a hablar mucho conmigo misma y a enmudecer por encima de lo que mis posibilidades connaturales me permiten. Tal vez alguien piense que esto es la prudencia que una va adquiriendo con los años. Sencillamente, no     lo    creo. 

Sencillamente dormita en mí una especie de pereza y un sentimiento de cobardía hacia el sufrimiento. Aún no he aceptado ese estado. Procuro levantar la cabeza con la ayuda de mis manos cuando nadie está mirando. Hago el ejercicio de elevarla un poquito cada día. Piano piano como dicen. Llevar un mantel de suturas en la espalda no debería de considerarse un estado de gracia por el que estar orgullosa. Me cansa tanta incapacidad y tanta inapetencia, hay quien convierte el dolor en su casa, pero yo no aspiro a ser así. Quizá por eso no escribo. Lamentablemente escribir también supone tirar de la cuerda.

Sigo preguntándome de mientras cómo lo harán el resto.

 

II

Te observé enlucido por una gruesa capa de moho.

Cuán impostado mi acto. Recargando nuevamente la imagen

Para beneficio y consumo propio.

Nunca lo pensé así, pero así fue: nacer por arte y composición literaria.

El otro día leí a Peri Rossi que decía: la literatura nos separó,

todo lo que supe de ti, lo aprendí en los libros,

y a lo que faltaba, yo le puse palabras.

Quizá sea motivo de consolación. Un puro reverberarse.  

 

Sonaría perfecto de no ser por un matiz: la deixis.

allá en el dedo hay una señalización que me circunda,

que me atosiga, y me abriga.

La cuerda que me afuega, y dilata la despersonalización.

Lo dije una vez y repito: eres de mentira.

 

Me acuesto en la cama con el miedo a despertar

Y ver tu figura al otro lado de la pared.

Totalmente desnuda de significante.

De no reconocerme. Qué triste. De no reconocerte.

¿En qué momento tuve que tenerte (presente) para reconocerme?

 

La despersonalización se ha convertido en una introspección malograda,

En este desértico y vasto humedal de pienso para vagabundos.

 

Yo, ahora, soy más yo que nunca,

Y tú eres,

A fin de cuentas,

pura invención literaria,

eres por una razón concreta

pero sin ser libre.

 

30/01/22

 

I

Qué terrible la despersonalización del cuerpo conocido,

Y no reconocido. Eres hijo del hijo pródigo

Y yo ya no soy tú madre.

 

Ángel yacente, yo ya no soy tu madre. Te amamanté de manera desinteresada como a las finas y sutiles cabras. Te adopté como a los jóvenes filósofos, te crie en el arte del diálogo, en la retórica, en el manejo y las maneras.

Tejí telas en tu frente, soplé cortinas traslucidas, las llené de belleza y de ternura.

Esparcí la leche por tu cara plisada y te di un nombre mientras, tú, te limitabas a abrir la boca para bostezar.

Sin mayor pretensión, ocupé un cargo que no me correspondía y te besé en la nuca varias veces mientras me clavaba estacas en los ojos del dolor.

Qué dolor, ser madre sin hijos, huérfana camino hacia el no-reconocimiento del hijo, del desagradecido, del exilio. Pusiste la retórica en mi contra y obraste con mano de hierro. Pusilánime, me golpeaste y me lanzaste por los aires, esparciste mis restos por el globo terráqueo y soplaste a mis espaldas la nuca. Nuca rasurada, nuca en estado de elevación.

Observa desde aquí tu declive de madre, he aquí tu obra que se subleva y se desgaja. Placenta no viene de placentero, pero bien podría serlo. Siempre quisiste criar un hijo y te salieron hormigas de las cuencas de los orificios. Desde ahora queda inaugurado tu descenso.

lágrima oscura sobre a pele branca

 

Não tenho nada ao que me segurar. Nem minha pele, branca,

Se alguém perguntar alguma vez

Diz-lhe que tenho minhas origens e... o simbólico.

 

Como eu faço para falar sobre isso que me constringe? Então...

Será que existe uma alma mestiça? Sei não, com certeza

não posso adotar essa visão não.

Mas então, por onde começar?

É justo falar de um começo além do meu próprio nascimento?

Ir por trás das raízes que permeiam minha identidade.

Qual é meu lugar de fala então? Sei lá.

Só sei que não quero ocupar o que não é meu, mas...

Tem alguma coisa que me pertence?

É isso verdadeiramente importante?

Só quero desfazer-me do ego mesmo, vai, 

vai embora.

 

Tem dias que sinto um sangue escorregando pela minha faze sabe.

Dentro de mim tem um grito que pede desculpas

como se alguém

Tivesse-as pedido.

O que tudo mundo sabe, mas eu não sei, e que ninguém as

Pediu. Somente as reclamou,

Por uma questão, tal vez, de justiça.

 

Não sei de onde provem o grito,

Exatamente. Gostaria de saber o exato das coisas.

tal vez venha dum lado, como se esteve recortada por um fio preto.

Sendo assim, como um desenho desfigurado numa cartografia anónima.

Pois o meu nome não deve ser nomeado ainda

Por tantas outras vozes que me configuraram lá trás

Na minha história apócrifa.

 

....

Tem sim, um lugar para mim.

Mas não devo ter pressa ainda.

Tudo isso vai acontecer além do meu entendimento,

Sendo,

tal vez,

questão de se deixar ser,

De se deixar ir e ver o que acontece.


setembro.2022

Cartografía do sujeito anfíbico

 

Repienso sobre mi condición de sujeto anfíbico desde un lugar diferente. Me cuesta pensarme en aquella persona que un día voló para vivir en otro lugar. A veces se me olvida que vine de algún otro sitio, incluso que viví otras vidas. En cierta forma siempre he estado aquí, en este pedazo de tierra. Me gustaría decir que nada ha cambiado, pero a decir verdad não existe mais aquela concepção. Quizá esto suponga uma mudança paradigmática, un modo distinto de entender la estética, de comprender cuáles son nuestras verdaderas prioridades. Brasil me ha otorgado un modo diferente de ver la vida, más allá de las florituras, além da superficie existe un sistema capaz de autogestionarse. Os espaços onde agora me desloco requerem de um novo modo de pensar, de falar, de me dirigir aos outros, outros que já fazem parte da minha atuação. La lengua adoptiva que me disse o tempo todovocê está em casa’, e cara, realmente estou. É sobre isso, sobre a vida dando no ponto certo. Cada día que pasa me siento más cómoda en este lugar que es capaz de adquirir múltiples formas. Y cada día que pasa resurjo y me misturo con esa vida que es tan cambiante. Vivir aquí es aceptar la maleabilidad de los acontecimientos, es entender que no hay nada proscrito que no hay un orden establecido, que simplemente é se jogar na vida como quem não deixa de se apaixonar pelas coisas simples. Posso dizer que acordei de uma forma única, numa espécie de reencarnação. Tem sido muitas conversas, muitas faces, muitas corporalidades me circundando nesse período. Pô, estou arrasada de uma forma tão aleatória. E agora, onde coloco todo esse aprendizado, me digam? Só vivendo mesmo, olhando para tudo que é canto. Ni siquiera sé exactamente qué quiero decir con esto, tal vez lo que quiero es que, joder, nunca podré volver a entender la vida como la entendía antes después de ver lo que veo todos los días. Tengo los ojos límpidos, no hay tela que cubra eso porque no existe algo así. No existe modo de retroceder después de lo que Brasil me está dando. Sencillamente hay cosas que ya no necesito y que, apuesto, nadie necesita. De repente tomei banho no mar e joguei fora todo aquilo que me atrapalhava dum jeito quase asfixiante, morar na Europa traz isso, mas a gente não é ciente até que voa, até que chega o momento de se espalhar. Agora o mar é mais mar, a lua é mais lua, as flores, o sol de repente virou sol, sabe. No quiero decir que el sol allí no lo sea, pero aquí se deja ver por entero, aquí a dor é mais dor, a fome que sempre é a mesma seja onde for es aquí más visible, y por eso el dolor es más dolor y por eso existe una jerarquía de prioridades, una forma de interactuar con una escala de valores. De repente me dan igual tantas cosas… lo importante ahora es conocer cómo se erige este sistema, esta estructura, cómo es capaz de organizarse de tal manera que, a pesar de todo el caos, há um sentido. Ter compreendido que existe esse sentido por tras de toda esta forma de viver es unos de los logros más grandes de mi vida, y por supuesto, no hay posibilidad de volver de eso. E aí, e agora, onde será que coloco todo esse aprendizado, me digam?

Cadê meu estilo?

 

Cadê meu estilo? Onde é que foi parar?

¿Dónde estás? Venha logo, preciso de você,

Aqui. Luego no, já de já.

Que estou meio surda, meio paraplégica,

Mis manos resultan inaccesibles,

Perdí el hilo que hacía que las cosas funcionasen,

Perdí qualquer capacidade de captar sentido.

 

E ela me disse assim:

- Nunca é tarde para perder uma voz

con la cual se ha nacido. Pensaba que tenía claro

minha fala, y resulta que... sumiu. foi embora.

Cadê o meu lugar de enunciação?

 

Nunca es tarde para darse cuenta de que

Se llega tarde a un sitio en el que no se conocen las leyes,

- E agora, o que acontecerá conosco?

Precisamos então estudar a lei de como se faz tudo de novo,

- É sério? Mas, então

 Como é que se constrói uma casa à beira da praia?

 

No conozco otro camino que no sea este,

Siento que vuelvo sobre solo pisado.

 

....

 

Enxergo os textos do dos mil e vinte,

Cadê você? Não à vejo mais, será que aún

¿Existes detrás de todas aquellas palabras?

Foi você que escreveu aquilo trás das paredes.

Veja como começa a percorrer todas as tuas ideias,

Poco a poco no va quedando nada.

 

Haces dos años decías algo así como:

‘Al escribir en dois me da la sensación de que tránsito, al fin’.  

É só agora sabes quan cierto es, que transitar

Es certamente, se reconhecer num espelho múltiplo.

Y de que no era el fin, sino el principio.

El principio de una tarde

    O princípio de uma jornada

         O inicio de uma mañana

               A jornada que chega tarde,

 

Não sei se foi mesmo que perdi ou ganhei.

Me sinto inabilitada para me expressar exatamente

Como eu quero, mas... vamos lá

Tô me despedindo daquela menina de dos mil e vinte,

[Nossa que cansaço e esse] dos mil veinte, eso.

Que não sabia ainda falar mais de duas silabas

Sem engolir saliva, sem ter medo de errar,

Sem ser vista por alguém que a diga: tú não é daqui né?

 

Não sou daqui, sou da...

Mas tenho meu documento aqui comigo,

(com a cara de quem renunciou faz tempo)

Olha, veja só, aqui tem colocado, RG,

‘mas senhora, embaixo está escrito: naturalidade: espanhola’

É só um papel, mas vou lhe dizer, chorei quando teve ele na mão.

Chorei, como nunca antes.

Só pelo motivo de tê-lo nas mãos, assim, todo cumprido.

 

‘mas senhora, você não nasceu aqui, veja só,

Sua cara (me julgando) me olha pelo retrovisor.

O seja, me escrutina de arriba a bajo.

Pois é, finalmente devo dizer que você não é daqui.

¿Y tú qué sabes? me dan ganas de decirle.

Usted lo que no tiene es ni puta idea.

 

Me bajo del coche con mi documento en la mano.