sábado, 9 de noviembre de 2019

23/09



De nuevo vuelvo a Clarice, y ya con esta es la cuarta. Después de la estrella, el agua y la cucaracha, deviene la madurez, y con ella, la ignominia. Procuro leer a Clarice cuando estoy en el abismo, porque considero que debe leerse así, un poco roto. En lo que a mí respecta puedo decir:

Para hablar de Clarice hay que hacerlo con urgencia. Existen diversos lenguajes en el mundo, diferentes estilos literarios, distintos modos de contar, y luego está la lengua de Clarice, una lengua viva, latente. Para hablar de Clarice hay que hablar como/desde Clarice, pues ella misma es quien se cuenta con las voces de otras. Se resucita, se hace cuerpo, su lengua revive con cada hálito de letra. Clarice es la meta, es el metalenguaje, es su máxima aspiración: sobrevivir al tiempo, superarlo. Es la reverberación narratológica, no hay ensayo que aborde su escritura en la que ella misma no esté presente para observarlo todo desde una posición de privilegio. ¿En serio que no hay una forma para hablar de Clarice que no sea queriendo ser como ella? No, Clarice mató la paráfrasis. No hay lugar para la crítica, su lengua de fuego arrasó con todo, incluso con lo más subjetivo. Su lenguaje puro procede de algún génesis desconocido, un génesis sin nombre, que no puede ser descrito, solo hablado sin meta, sin fin.

Me gusta Clarice, no tendría sentido decir que me gusta su escritura, porque Clarice ES texto, no su Texto, es el Texto en donde ella misma se alude y se sustrae. Me gusta por razones gravitatorias y por razones de salvación. Por razones dialógicas también, es reconfortante no saberse solo entre tanto jaleo. Leer sin pensar, apenas entendiendo, crepitar por el texto bajo una voz que interpela. ¿Te leo-me lees? Qué dices, ya no (me) escucho. Recorrer Clarice es tantear la esquizofrenia, es estar en el borde, en la linea... el sabor de un cierto privilegio a poder, salir. Reconozco que a veces pesa estar tan desposado. Pero sí, hay ciertos autores con los que hay que tener una capacidad de entrega como quien va dando palos de ciego. Estar ciego es verse por dentro ¿tú dirías algo así, Clarice? Seguramente no. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario