lunes, 28 de mayo de 2018



A Clarice Lispector. La Voz aparecida, encontrada.



Eres la voz de mi sombra, de lo indecible. Eres la sombra de mí, obscura guerrillera que empuñas la Palabra. Palabra honda y hueca que se desborda cuando tocas y pelas, como fruta madura.

Engulles el jugo de la savía, retuerces el mensaje y lo abstraes del contexto
inyectándolo en un Tú que aún existe,  que exige no ser visto.
 El encuentro unánime entre la experiencia y la existencia, se eleva
a una tensión espiritual en estallidos de un coro quieto y mudo.

Flujo de conciencia. Discurso etéreo divagando entre las líneas del texto,
adentrándose en lo profundo del no-ser.

Eres la voz de mi sombra que resuena en mi cabeza cuando leo
y que al mismo tiempo es Yo con otra voz que es la tuya. Cuando
escribes desafías a las ¿leyes? del tiempo y del espacio.
Tu voz muerta vive mientras yo la leo y mientras
haya alguien que ahí fuera lea en el silencio privado de un cuarto
irguiéndose a gritos frente a ese mundo fantasmal.

Tenemos dos voces: la que lee y la que habla. Cuando leo resucito al Tú
del texto y me unifico con Él. ¿No lo oyes? Eres tú, Clarice, con mi voz.
Es la unión literal hecha carne gentrificándose a cada instante mientras
tu te expandes más allá de las moléculas de un tiempo ya, inexistente.

Literatura inmortal, ahora eres Clarice, pero mañana seré Yo.
Y pasado mañana agarraré otro libro y seré Otro. Y así sucesivamente
seremos vidas alternas de otros que un día escribieron para encontrarse
y nos acabaron encontrando. Todo esto sin saberlo.

Confieso que a veces, me confundo cuando te sujeto. Ya no sé quién habla,
pues he llegado a un punto de mi lectura en el que levito, absoluta,
y me vuelvo doppelgänger, y las voces se duplican hasta mezclarse.
Voy caminando y te oigo en mi cabeza, y Yo sé que perdí mi voz
cuando te leí por vez primera. Perdí mi voz, y tú me brindaste la tuya,
ahora soy un trozo desgajado que camina con el miedo a desfragmentarse.








Tú buscabas el "it", y el "it" es eso: el momento en el que Tú me escribes y Yo te leo.
Punto exacto donde convergen nuestras existencias en el Texto,
donde la lágrima se escurre. Como una despedida discontinua. 
El "it" es la lectura clavada al papel eternamente. 
El Instante y la Muerte en milimétrica   
simultaneidad.


  

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